Cómo saber si tu pareja tiene un problema sexual
El sexo es una parte relevante en el buen funcionamiento de la pareja. Aunque la importancia del sexo es muy variable en cada caso, es indudable que tener relaciones sexuales satisfactoria, une a la pareja y genera sentimientos positivos que refuerzan el vínculo. No obstante y aunque tener sexo placentero es parte de la deseada armonía, es necesario disponer igualmente de un equilibrio con las otras áreas claves de la relación.
En ocasiones, bien desde el comienzo de la relación o a partir de un momento concreto, uno de los dos miembros (o en ocasiones los dos) experimenta dificultades sexuales que no sólo interfiere en su respuesta sexual, sino también en la de su compañero/a. Algunas de esas dificultades tienen que ver con lo siguiente:
“No se le levanta, ¿seré yo la culpable (o el culpable)?”
Muchas parejas se responsabilizan de los problemas de erección de su compañero. Piensan que el motivo por el cual tienen un gatillazo en el momento menos oportuno es que ya no son atractivas o no hacen lo suficiente para excitarles. Incluso aparece la tentación de pensar que quizás haya una tercera persona responsable de la bajada de la erección. En la mayoría de los casos (no todos, claro), nada de esto causa un problema de erección. Es el miedo a que vuelva a pasar, el miedo a defraudar o no dar la talla la que explican los gatillazos sucesivos.
“Mi pareja evita tener relaciones sexuales conmigo”
Normalmente, el comienzo de la relación va acompañado con un incremento en el número de relaciones sexuales, quizás por esas ganas de descubrir el cuerpo del otro y por la ausencia de monotonía (todo es nuevo).
No es lo mismo tener un bajo deseo sexual desde el inicio de la relación, que a partir de un momento concreto. En este último caso, puede ocurrir que la monotonía haga mella en el deseo sexual y la pereza y desgana se instale en la pareja, algo que puede corregirse ampliando el repertorio conductual sexual, aportando nuevos juegos y estímulos.
Asincronía en el deseo
Algo muy frecuente en las relaciones de pareja en el ámbito sexual, tiene que ver con la diferencia en el deseo sexual entre un miembro y el otro. En ocasiones vemos como esa diferencia es importante, uno “peca” por exceso y realiza demandas no correspondidas y otro por defecto.
Es importante en estos casos ver opciones de cesión y aceptación de ambos lados, además de no satisfacer las necesidades sexuales exclusivamente desde el ámbito de la pareja. Aunque la satisfacción sexual suele ser más placentera cuando la realizamos con la persona a la que queremos, si ello no es posible en todas las ocasiones deseadas, podemos contemplar la posibilidad de autosatisfacernos en los casos en los que nuestra pareja no desee iniciar un contacto sexual.
Discrepancias en las fantasías
Otra fuente de conflicto puede deberse a que un miembro de la pareja muestra deseo por realizar un determinado tipo de conducta que no resulta del agrado del otro. Esta discrepancia puede ser de carácter puntual, como por ejemplo realizar una postura determinada o general , como necesitar que siempre ocurra en escena algo concreto (conducta fetichista, una tercera persona, etc.).
Por lo general, estas dificultades suelen resolverse a través de la negociación (implícita o explícita) y la adaptación/cesión sin mayores problemas, aunque en no pocos casos, estos deseos se convierten en una parte fundamental para un miembro de la pareja e inaceptable por otra, generando un deterioro que puede acabar con la relación.
La mejor herramienta en pareja: la comunicación
La mayoría de las intervenciones que los/as psicólogos/as y sexólogos/as hacen en consulta, están basadas en incluir líneas de trabajo de la comunicación en la pareja. De este modo, saber expresar y aceptar adecuadamente un desacuerdo, empatizar o aplicar estrategias asertivas son piezas claves en la terapia de pareja.
No obstante y sin llegar al ámbito de la terapia, es necesario ante la presencia de un problema sexual, poder hablarlo, comunicarnos de forma fluida, sin temores y con el único fin de solucionar un problema. Para ello, es fundamental tener una buena base de confianza que debe comenzar desde el principio y que permita exponer discrepancias o diferencias de parecidos en las diferentes áreas de la relación, incluida la sexual, para afrontarla de manera adulta, ausente de dramatizaciones, conclusiones erróneas ni exigencias difíciles de cumplir.
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