Algo más del 50% de las personas que en la actualidad fuman han intentado dejarlo (o al menos se lo han planteado) en algún momento.
Para muchas personas, dejar de fumar es relativamente fácil. En cambio para otras se convierte en un objetivo cuando menos, difícil de conseguir.
No obstante, la ciencia ofrece tratamientos conductuales cada vez más eficaces que facilitan el proceso de deshabituación.
Y es que aunque muchas veces el tratamiento de elección está basado en el uso de fármacos, parches, chicles, etc. para el control de la ansiedad, en definitiva, procedimientos médicos para dejar de fumar, es el cambio de pensamiento y de conducta lo que ha demostrado más eficacia no sólo para dejar de fumar, sino para mantenerse abstinente a lo largo del tiempo una vez dejada la adicción (segunda fase de la deshabituación). Todo/a fumador/a sabe que el factor psicológico se impone frente al físico (“es psicológico”, se dice), por lo que es fundamental cambiar la forma de interpretar todo lo que conlleva al tabaco así como los hábitos una vez se inicia el proceso.
Cosas a tener en cuenta para dejar de fumar
Son varios los elementos claves a tener en cuenta en la deshabituación del tabaco, estos son algunos de los más importantes:
Hay que estar motivado/a. Aunque resulta obvio, es necesario que la persona que desea dejar de fumar esté altamente motivada para dejarlo. Si no es así, lo recomendable será esperar el momento oportuno donde existan motivadores suficientes como para afrontar el reto. En muchos casos resulta útil hacer un listado de cosas que gano y que pierdo si consigo dejar de fumar y cosas que gano y que pierdo si no lo dejo. Con este ejercicio se puede visualizar qué obtendré si consigo el objetivo: salud, bienestar, independencia, dinero, etc. Por otro lado, sabemos que existen variables que incrementa o disminuye la motivación, como la presencia o ausencia de apoyo familar-social, la personalidad del sujeto, estabilidad profesional, familiar y personal, etc. por lo que todas ellas han de considerarse.
Interpretar de otra forma la ansiedad. Uno de los frenos más importantes que impide en muchos casos dejar de fumar, es pensar que no se podrá aguantar la ansiedad que conlleva la abstinencia. Hay que decir que aunque esto es muy variable (hay personas que apenas sienten ansiedad mientras otras sienten mucha), puede ser abordable con relativa facilidad si se utilizan las estrategias adecuadas.
Cambiar la forma de pensar. Es imprescindible desprenderse de creencias erróneas asociadas al consumo de tabaco, como por ejemplo “necesito fumar”, “fumar me tranquiliza”, o “no puedo dejarlo” entre otras, ya que la presencia de esas creencias dificultan el proceso de deshabituación. Actualmente, existen técnicas eficaces de cambio de pensamientos que ayudan al fumador/a a modificar estos y otros pensamientos asociados a la adicción.
Determinar un plan progresivo. A grandes rasgos existen dos formas de dejar de fumar. La primera (la recomendable en caso de que sea factible) es de forma progresiva. El fumador o fumadora es guiado a través de un profesional quien aplica terapia individual o grupal. Dejarlo prograsivamente representa una ventaja ya que la ansiedad será menor puesto que el consumo de tabaco y por tanto la administración de nicotina (sustancia que produce el síndrome de abstinencia cuando se irrumpe el consumo) se va reduciendo poco a poco a lo largo de varias semanas. La segunda forma de dejar de fumar sería “de golpe”, la persona determina un día a partir del cual intentará no volver fumar. En este caso, el síndrome de abstinencia (ansiedad) sería mayor, puesto que el nivel de nicotina en sangre caerá a cero de un día a otro. Esta segunda opción es la que representa mayores inconvenientes aunque siempre será mejor intentarlo a través de este procedimiento que seguir fumando.
Prevención de recaídas. Dejar de fumar es un objetivo asumible en la mayoría de los casos. No obstante, mantenerse abstinente a largo plazo se convierte en una meta más ambiciosa que implica una buena planificación. Por ello, es importante establecer una buena base en el proceso de deshabituación que evite la recaída futura y no se quede en una abstinencia corta en el tiempo.
Dejar de fumar es posible. Son numerosos beneficios asociados a dejar esta adicción y muchos de ellos se observan a los pocos días de dejarlo, incluso en las primeras semanas tras disminuir el consumo (mejora la respiración y disminuye la sensación de falta de aire, disminuye las expectoraciones, etc.). Tener un plan de actuación dentro de una intervención profesional se hace fundamental para conseguir el objetivo final. Desde Formación Psicológica ofertamos un curso a distancia de deshabituación del tabaco que ofrece una guía en siete sesiones semanales con objetivos y estrategias para conseguirlo a través del método de reducción progresiva para facilitar así el proceso.
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